sábado, 14 de febrero de 2015
Cartas a ninguna parte.
Y aquí
estoy otra vez más, escribiéndote, como
siempre, como tantas veces, intentando enterrarte una vez más entre tinta y
papel, y se quedará tan solo en eso en otro intento, como lo son cada uno de
los textos de este blog. Párrafos dedicados exclusivamente a ti, tú el
protagonista incandescente de estos volúmenes que formas nuestra historia ,
intentaré desahogarme, seguir, cambiar el libro, la librería, incluso la
ciudad. Pero no puedo, quizás no sea la suficientemente valiente, ni lo
suficiente algo para acabar con la historia, quizá porque es san Valentín y hoy
más que nunca me acuerdo de ti, porque
me aterra pasar sola todo este tiempo, no poder compartir amaneceres y
anocheceres, no poder darle forma a todos mis pensamientos en los que siempre participas
tú, qué ingenua soy a veces. Pero qué
voy a hacer, si hoy vengo a decirte que sigo apostando por ti, que hay días en
los que deseo que toques mi puerta una vez más, que entres con esa sonrisa tuya
que sabe a septiembre, con tus ojos cargados de misterio, que quiero que
vuelvas y que todo sea como antes, indoloro. Todavía recuerdo que yo ni si
quiera empecé esta historia, que fuiste tú quien se acercó tan despacito que ni
te oí de llegar, te abrí completamente las puertas de vida para que la pusieses
patas arriba, y bajé todos esos muros solo para que tu pudieras blincarlos. No,
hoy no vengo a escribirte pidiendo que te vayas, que tu vida continúe como río
a la deriva, y que la mía vuelva a donde desemboque, al mar, hoy no te pido
nada de eso, hoy te escribo pidiendo que vuelvas a hacerme juntar todos estos
pedazos y a arreglar todo ese desastre porque el tiempo se nos agota y yo ya no
puedo imaginar la vida sin ti, sin empaparme de ti a todo momento. Que vuelvas
porque no puedo reemplazarte, que te he buscado en brazos y bocas ajenas, he
acabado aún peor, porque qué culpa tendrán los otros de no parecerse a ti, de
que no me saquen en pleno invierno en mitad de la calle y me abrigues con tus
brazos, de que no haya borrachos en la
calle que nos miren con envidia y pidan
otra copa a nuestra salud, ya que ellos beben para olvidar que no pueden estar
con esa persona. ¿Qué culpa tienen los otros de que las cosas no pasen igual
que aquella noche? Dejo esa pregunta para que la reflexiones. Así que, ojalá y el destino tenga ganas de
juntarnos, que de una vez por todas ese jamás sea cierto, y yo pueda volver a llevar tu ropa
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario