Y tal vez, tan solo tal vez, si fuésemos capaces de desconectarnos de nuestro tubo respiratorio llamado internet, comenzaríamos a ver la vida con otros ojos, y valoraríamos cada pequeño detalle, porque hasta el más insignificante gesto, cuenta. Dejarse llevar entre esos pequeños hilos que atan, enrollan y enredan aún más nuestras vidas, hablo de aquello a lo que nosotros solemos denominar destino. Algo que últimamente solemos elevarlo al cuadrado con el amor, ese sentimiento que ha causado todo tipo de fenómenos naturales y sobrenaturales. Le hemos dado el sentido completo de nuestras vidas, porque ahora el amor lo es todo, no concebimos el mundo sin él. Hemos hecho el amor el todo de nuestra nada, y hemos olvidado que sin nada, tampoco habría todo, nuestro todo ha nacido de ella. No queremos sentirnos vacíos, no nos gusta, preferimos la vida acompañada, y nos aferramos a este componente tan adictivo, amor. Pero hay más, no somos solo amor, somos metas, y somos fronteras hechas para ser rotas, normas sin efectos, y esfuerzos llevados a límites inimaginables, además, somos recompensa y lágrimas de felicidad, en resumen, somos nuestros propios límites. Y sin embargo, a parte de amor, metas, victorias y fracasos, a mi siempre me ha gustado pensar que hay algo más que eso, tiene que haber algo más...
Algo que complete ese todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario