miércoles, 31 de diciembre de 2014

Y es que parece que estoy viendo venir al año 2014 como si fuese ayer día cinco de enero. Todavía puedo notar las lágrimas haciendo carreras a través de mis mejillas mientras yo intentaba alzarme en el mar de oscuridad en el que yo me había metido. Ver esa luz al final de ese túnel, para qué engañarnos mi 2014 no comenzó como esperaba, pensé en quedarme en la cama durante el resto del año porque el futuro me aterraba. Demasiado miedo a continuar, demasiado para arriesgarme por un "Y si?", pero no me quedaba más remedio. Y así enero dio paso a un febrero frío y solitario, como era de costumbre junto a mis batallas en frente del espejo, y la palabra "selectividad" pisándome los talones. De bar en peor con una única cuenta atrás que mantenía con vida pero aquel mes quedaba muy lejos de mi calendario. Sin darme cuenta, tocó hacer la maleta y huir de todo lo que me rodeaba para volver más fuerte. Llegó Praga con toda su belleza, sus artistas en cada puente, las fiestas en las habitaciones, concretamente en la mía, pequeños pies descalzos recorriendo los pasillos a altas horas de la madrugada, desayunos sin diamantes, la karlovy y aquellas palabras que aún resuenan en mi cabeza de " ojalá el destino nos haga tropezarnos algún día" seguido de dos hoyuelos, las risas en los autobuses, paradas a mitad de camino, demasiada cerveza sentados en la plaza del reloj astronómico, paseos por una Praga atardeciendo, multas en el metro. Alemania, los campos de concentración, el acento alemán, guías turística, y por último Karlovivary y su casino royal junto a las fuentes de aguas termales, ahora que lo recuerdo todo parece todo un sueño. Demasiados momentos que no se pueden captar bajo la lente de una cámara, y tampoco con palabras. Sin poder soportar el frío de Praga volvimos a España con la maleta cargada donde una oleada de exámenes nos recibieron  con los brazos abiertos. Y sin comerlo, ni tampoco quererlo la paeg, ese terrible momento del que necesitas toda una vida para prepararte y aún así sigue sin ser necesario. Cafés cargados de tilas o viceversa. Nervios a la espera de las notas, lágrimas de felicidad al verlas, y más lágrimas aún el día en el que el curso del 96 del Eladio Cabañero se reunió para celebrarlo. y darle la bienvenida al verano. Aquellos dulces días de verano donde se aprovechaban más las noches que las mañanas, olor a césped, agua, sol, arena, planes, papeleos. Sin darme cuenta mi cuenta atrás se paró aquel día 10 julio donde como bien dijo eri "Se apagaron las luces, y se encendieron los sueños", abrazos de Encarni, nunca suficientes,  gritos afónicos con Belén en mitad del concierto, y sobretodo lágrimas de felicidad. El verano paso entre sábados de desenfreno y domingos de ibuprofeno. Finalmente, Septiembre lleno de despedidas y hasta luego, donde mi vida pegó un giro de 180 grados, cambió entera de color. Se llenó de números repartidos por habitaciones del 1 al 100, y fue así como encontré a mi nueva familia, Mis chicas, y puerto-valde, escapadas, conciertos y aún así más risas, más vidas gracias a mi nueva casa. Del 2014 me llevo todo, y no me dejo nada.
Gracias, simplemente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario