No había suficientes cafés para llenar esos ojos, ni cojones para quitarte los ojos de encima, así me llenas. Aún sigo teniendo tu voz resonando en mi cabeza todo el día, y cada gesto memorizado, puedo cerrar los ojos y ver como cruzas las piernas o sonríes. Tú paseandote por mi mente por casualidad enredándome y yo dejándome enredar. Por primera vez pude envidiar a Madrid no solo por sus calles y monumentos, si no por las noches que te tiene, y que jamás podré compartir. Que bonito sería recorrerme todos los garitos de huertas contigo, andar por gran vía y ver amaneceres desde cualquier rincón. Como me gustaría esconderme en tu cuello sin tener una excusa cualquiera. A Madrid puedo comermela a versos, y a ti, a ti prefiero comerte a besos de esos que siempre saben a poco.
Ojalá y la casualidad nos haga tropezar.
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