sábado, 25 de octubre de 2014

 No había suficientes cafés para llenar esos ojos,  ni cojones  para quitarte los ojos de encima, así me llenas. Aún sigo teniendo tu voz resonando en mi cabeza todo el día, y cada gesto memorizado, puedo cerrar los ojos y ver como cruzas las piernas o sonríes.  Tú paseandote por mi mente por casualidad enredándome y yo dejándome enredar. Por primera vez pude envidiar a Madrid no solo por sus calles y monumentos, si no por las noches que te tiene, y que jamás podré compartir. Que bonito sería recorrerme todos los garitos de huertas contigo, andar por gran vía y ver amaneceres desde cualquier rincón. Como me gustaría esconderme en tu cuello sin tener una excusa cualquiera. A Madrid puedo comermela a versos, y a ti, a ti prefiero comerte a besos de esos que siempre saben a poco.
Ojalá y la casualidad nos haga tropezar. 

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