Por mucho que queramos remediarlo, hay momentos en la vida que
nos acompañan siempre. La primera vez en una consulta donde no querías estar,
una pérdida, el día que nació tu hermano, el primer suspenso de un examen
importante, el primer amor o la primera vez donde empezó todo, aquí cada sabrá
si esta última frase produce miedo o alegría. No vengo a enumeraros todos los
recuerdos que llevo a las espaldas, ni por qué. Vengo a hablaros de la manera que tienen de
irrumpir en nuestra vida cuando menos lo esperamos. A altas horas de la noche
emergiendo como los monstruos debajo de la cama, de acompañantes en viajes de
carretera o simplemente cuando miras a alguien a los ojos. Y entonces es ahí
donde esa pequeña parte de ti se estremece. Yo sigo anclada en aquel aeropuerto
antes de dejar un país y una vida que no quería dejar de ninguna manera. Sigo
en ese lugar debatiéndome entre dos terminales y sigo así hasta ahora. Pero
siempre hay opción de tomar un camino alternativo a todo esto. O al menos eso pienso
mientras vuelvo al mundo real con un café en la mano.
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