Podría seguir mi monótona costumbre de subirme a la báscula
y seguir comiendo sano, ignorando todo el autoengaño que conlleva llevar a cabo eso a lo que llaman “operación
bikini”. Hoy podría seguir plantándole cara a todos esos monstruos que no solo
duermen debajo de mi cama, si no que ya me quitan espacio en el colchón, se
esconden en el armario y tras la cortina de la ducha. Podría, cómo no, seguir
siendo víctima de la rutina, de maquillarme el alma, cuando todo esta por
hacer. Hoy podría ser otro día más sumida en mi trabajo sin pensar en todo lo
que llevo acarreando , todo lo que llevo como equipaje de mano. Hoy podría
seguir luchando contra todo pronóstico por no ahogarme en mi tazón de agua o en mi vida, ya no me apetece ni si quiera
poner metáforas u otras connotaciones literarias engañándome. Podría volver a
repetirme que no necesito nada ni a nadie, y que estoy mejor como estoy. Podría
seguir poniéndome la armadura. Sin embargo, hoy cuando he llegado a casa, he
dejado las llaves desganada sobre la encimera, me he puesto el pijama sin ni si
quiera mirar el reloj, y he vuelto a recogerme el pelo. He mirado por la ventana
y he pensado que podría ser un gran día para seguir luchando, pero no, hoy,
no..
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