domingo, 3 de enero de 2016

Tecnicolor.

Y es que a veces no cambiaba,  se degradaba y era un acto digno de ver. Ni si quiere sé cuantos compuestos químicos utilizaría para ello o todos los matices que usaba pero lo hacía de una manera natural, tan natural como aquellos atardeceres de otoño. La mayor parte del tiempo era azul mundo cínico, aunque lo combinase con el blanco roto de lunes a viernes,  otros sábados se oscurecía pues era más fácil camuflarse con todo lo que había allí fuera, dependiendo de cómo amaneciese los domingos se vestía de verde, color al que habituaba poco, o de rojo. Gris cuando enfurecía, y blanco otra vez cuando estaba en calma o cuando había tormenta. Y siempre hermético como aquella canción que hoy resuena en mi cabeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario