Quise escribir acerca de tu adiós, y de tu nueva marcha, pero entonces las letras de este blog hablaron por si solas, declarándome la guerra, y refrescandome la memoria a base de navajazos. Releí todas las entradas que te había escrito, y me percaté que la mayoría eran sobre tus idas. La forma en la que me amenazabas con irte como si una esposa celosa le dijera a su marido "tengo la maleta hecha, como vuelvas a hacerlo nada me impedirá irme", pero entonces volvías de puntillas, a veces con una carta, a veces con una llamada, y yo, tonta de mi, te perdonaba sin importar el dolor psicológico que eso me hubiese producido. Como si un maltratador le compra rosas a su mujer después de pegarle la paliza de su vida. Así me he sentido yo contigo, insuficiente, por el suelo. Me cansé de ser yo quien preguntase si estabas bien, de resolverte los problemas, de llamarte en mitad de aquel concierto con aquellas canciones que significaban tanto para ti y tus batallas frente a los espejos. Me canse de dar consejos, y de ser utilizada, porque yo tampoco estaba bien, he dado ánimos cuando yo he estado en el suelo, he dado abrazos cuando yo necesitaba uno. Que si, que tu te sentirás insegura día tras día, hecha una mierda a veces, pero yo he perdido la cuenta de los años que llevo sintiendome así, vacía, débil e incompleta. Te he escuchado llorar a ras de un teléfono en madrugadas y tardes, mientras que yo me limpiaba las lágrimas, para no cargarte con mis problemas. He sentido miedo, mucho miedo, tanto como el que reflejaba tu voz y tus ojos a veces, y he respirado hondo, tan hondo que pensé que me ahogaría con mi propio aire, he asentido y he seguido escuchando tus problemas. No esperaba que tu me resolvieras los míos, tan solo necesitaba a alguien que me escuchará, no quería aquellas frase con " todo va ir bien", "sonríe y que les jodan" esos malditos clichés no me valían nada cuando me pasaron la última vez a un box con calmantes intravenosos, ni cuando me he arrodillado en un baño, ni cuando media vida se me ha pasado volando en una jaula. Así que, puedes sentirte furiosa, por no darte más atención, no podía darte más, era mi punto límite. He quedado en una palabra nadie, ese nadie que te ha levantado de la nada, que te ha apoyado con todo, y demás cosas que no pienso destacar aquí.
No te estoy pidiendo que vuelvas, de hecho no quiero, esta vez tu huida no me ha dolido, porque no se despedir a lo que nunca ha estado, y tu llevas sin estar dos años.
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