Tuve que contar cien veces hasta diez para recomponerme y no romperme en mil pedazos. Y ahora puede decir que tomé la decisión correcta. Y, sin embargo, no pasa ni un día sin que me arrepienta de no haber tomado otra opción diferente. Porque siete son los pecados capiteles y contigo los viví todos. Y me hiciste sentir tan viva que al final caí muerta, rendida.
Y, aún así, seguí caminando. Y esperando. Aspiraba a que volvieras para decirme que me querías, que te hago ser un hombre mejor. Mejor imposible. Y, como no volvías, yo seguí preguntando. Porque no existen preguntas sin respuesta, solo preguntar mal formuladas. Y yo querías que entraras en mi universo Matrix, porque allí conmigo, conectados, estarías bien.
Y, aunque la vida no es más que un interminable ensayo de una obra que jamás se va a estrenar, un día cogí un mi gnomo, bajé el telón y me fui.
Pero no quiero que olvides aquel día que me planté en tu librería azul para decirte con lágrimas en los ojos que tan solo soy una chica delante de un chico pidiéndole que la quiera.
Y ahora, después de tanto tiempo, tumbada en mi jardín, aunque mis ojos ya no puedan ver ese piro destello que me deslumbraba, aunque ya no pueda devolver la hora del "Esplendor de la hierva", de gloria entre las flores, no hay que afligirse. Porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo...
Porque siempre nos quedará París.
O San Petersburgo.
La luz de Candela.
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